EL ÚLTIMO CEVICHE
Marinela López Bécares
A Marina no le importaban las largas horas de trabajo, ni la soledad, ni el hastío entre semana. Tampoco le importaba si era lunes o era martes. Sólo importaba el sábado; principalmente, el segundo sábado de cada mes y, por supuesto, su correspondiente domingo. Desde hacía tiempo, cada segundo sábado de mes lo dedicaba a cocinar.
Marina vivía sola. Sus hijos, cada uno con sus historias, apenas encontraban tiempo para volver a casa. Alguna vez ella cogía el coche y les visitaba unos días. Pero nunca el segundo fin de semana de cada mes.
Desde que enviudó, cualquier relación sentimental resultaba difícil, sus hijos y el trabajo ocupaban su vida. Así pasó muchos años, hasta que conoció a Nacho.
Marina era asesora fiscal. Nacho apareció un día en su despacho, como cualquier otro cliente. Cuando le vio entrar sintió un pellizco en el corazón. Sus ojos, su voz, su manera de hablar ... Era algo difícil de explicar pero, si de verdad existe el Hilo Rojo*, ese que aseguran que une de manera invisible a dos personas, más allá de tiempo y espacio, ese que explica lo inexplicable, si de verdad existe, corría por su despacho en ese momento, de uno a otro, amarrándolos sin que se dieran cuenta.
Y así empezó todo. Así llenó Marina su solitaria vida con un amor que entraba cada mes en su casa y lo abarcaba todo.
Nacho era crítico gastronómico. Viajaba por todo el país, de restaurante en restaurante. A veces Europa; sobre todo París. Nunca quiso engañarla. Tenía otra vida. A ella no le importaba. La madurez y la soledad le habían enseñado que siempre sabes cómo empiezan las cosas, pero no cómo terminan. No tenía prisa ni ambiciones.
Un fin de semana al mes, Nacho lo pasaba con ella. Salían, reían, se amaban: disfrutaban el uno del otro. A Marina le gustaba sorprender a su amante en la cocina. Aprendió a cocinar nuevos platos. Dedicaba su tiempo libre a cursos que encontraba en internet. Cocina mediterránea, cocina libanesa, mexicana, vietnamita, japonesa, italiana, china, thai, marroquí… Se sorprendió al comprobar lo mucho que le gustaba cocinar aunque no olvidaba que el verdadero fin de las clases era sorprenderle a él..
Cada sábado que se veían, preparaba una receta distinta. Un día, decidió experimentar con la comida peruana; sin lugar a dudas, una de sus favoritas. Ceviche de corvina y langostinos. La tersura del pescado crudo cortado en dados, siempre del mismo grosor; el dulzor de los langostinos; el sutil amargor de la cebolla morada junto el crujir del choclo; el azúcar del boniato y la acidez de las limas; el picante del ají y, sobre todo, ese olor a cilantro, le resultaban un placer para los sentidos.
Le gustó tanto a Nacho que este le suplicó que lo cocinara en cada una de sus citas.
Y así fue como el Ceviche se convirtió en algo más que una receta y, prepararlo, significaba anticipar todos esos momentos extraordinarios que compartían.
Aunque Nacho prefería no faltar a su cita, su otra vida a veces decidía por él. Entonces, un corto mensaje de texto se lo hacía saber a Marina y, en vez del sábado, Nacho la visitaba entre semana y ella se cogía en el trabajo un par de días. Pero aquel sábado no hubo mensaje de texto y, sin embargo, Nacho no aparecía. Marina colocaba impaciente las copas de vino delante de aquellos platos, ya preparados para la visita. Doblaba compulsivamente, una y otra vez, su servilleta, resistiéndose a aceptar lo que su cabeza ya sabía. Pasadas unas horas, con el corazón hecho pedazos, se dirigió lentamente a la nevera y, tomando la fuente de su aclamado ceviche entre sus manos, aspiró, con los ojos inundados por las lágrimas, el olor a lima, el dulzor del boniato, el tostado del maíz, la frescura del pescado y aquel maravilloso olor a cilantro. Y, mientras pisaba el pedal del cubo de la basura, grabó en su mente los olores y colores del que iba a ser su último ceviche.
FIN
El Hilo Rojo: la leyenda japonesa afirma que, aquellos que estén unidos por el hilo rojo, están destinados a convertirse en almas gemelas y, no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias de su vida, el hilo rojo que los une nunca llegará a romperse.
Muy bonito y triste, como debe ser el amor. Por cierto, la leyenda del Hilo Rojo me ha recordado a la teoría del "entrelazamiento cuántico" la cual, nos dice que todos los átomos del universo están interconectados entre sí. Y no nosotros, no dejamos de ser un aglomerado de átomos.
Pues si, tiene su parecido. Es muy bonito pensar así llegado el momento ;)
En efecto, muy bonito y triste a la vez. Me encanta como describes los olores del ceviche, casi casi he empezado a salivar. @Juan R. Arriaz, yo creo en efecto que todos somos átomos y energía, y la atracción y la repulsión que sentimos por alguien o algo se debe a eso precisamente, a la frecuencia en la que vibramos. Y al final todos seremos de nuevo parte de ese todo.
Carl Sagan nos dijo: "Somos polvo de estrellas y allí regresaremos".
@Juan R. Arriaz ohhhh :)
Este fue el primer relato tuyo que conocí, y me encantó. Hoy me ha vuelto a emocionar.
Gracias Fátima!! Te acuerdas!? Le tengo mucho aprecio por ser el primero. ♥️
¡Marinela! Un relato precioso, sensitivo y realista. Lo de irse sin despedirse está muy a la orden del día 😅 La leyenda del hilo rojo siempre me ha gustado mucho. Pienso que hay algo, llamémoslo X, que nos une a algunas personas y que está por encima de nuestro entendimiento. Me ha encantado ;)
Yo también lo pienso !) Gracias Mari
Poco me queda que añadir a lo que el resto de compañeros te ha dicho ya, Marinela, salvo que es el primer relato que leo tuyo y que me ha encantado. Seguiré pendiente de lo que escribes. Será un placer leerte otra vez. Un saludo
Muchas gracias Lola. Encantada Fue mi primer relato, hace más de un año, y lw tengo cariño. !!!A ver si coincidimos!!!
@Marinela Lopez , sería un gusto conocerte... El destino proveerá... 😉
Bonita y triste a la vez. ¡Te felicito!😊
Muy buen relato, Marinela! Me ha parecido gustar el ceviche, el amor y el abandono solo leyendo. 👏🏻👏🏻👏🏻
Cuánto me alegro, Laura! ;)