Mary, esperando poder salir en su pausa de la mañana para poder ir a desayunar se encontró a sus compañeras inmersas en sus tareas. Esperando unos instantes, hizo acopio de fuerzas para superar su timidez.
--¿No vamos a desayunar? –preguntó con una voz tímida.
Imma levantó pesadamente la mirada de su pantalla para dirigirse a ella y no dio crédito a lo que veía, unos ojos perdidos en el vacío reposando sobre unas ojeras descomunales.
--Aún no han terminado la reunión –anunció con un hilo apenas perceptible de voz mientras señalaba al despacho tras de sí-- .
Abatida se resignó a tener que estar trabajando mientras esperaban a su coordinadora para desayunar. Hizo acopio de fuerzas y se dijo a si misma que podría aguantar unos minutos hasta que terminara la reunión.
“Suministro e instalación de café con leche sin espuma, con leche de soja semipasteurizada a seiscientos grados centígrados. Totalmente equipado y en funcionamiento”. Los ojos de Mary se abrían cómo platos ante tal desliz por su parte. Tenía que controlarse, tan sólo debía esperar unos minutos. El tacto de sus dedos con las lisas letras del teclado le recordó a su preciosa taza. ¡No! Debía parar de pensar en ésas cosas.
--Mary. ¿Mary? -- Un susurro le llegó al oído, buscando alrededor quién la llamaba. Su mirada se posó hasta la taza que tenía debajo de la pantalla. --Mary. Soy la taza de café –dijo el gato dibujado en su taza que utilizaba para afrontar la recta final de la tarde--. Soy tu amiga. Ven aquí a beber mi néctar Mary. Aquí todos están despiertos y tu despertarás también.
“Me estoy volviendo loca” se dijo a si misma alejándose de la visión de la taza parlante, girándose en dirección al pequeño comedor dónde ingerían la comida de la fiambrera. Pero contempló un terrible mal acechando en su interior. “¿Es eso que veo ante mi una cafetera de cápsulas? ¿Pretendes atraparme en tus redes de distintos sabores y comodidad de ejecución?”. Se giró de golpe nuevamente tratando de enfocar su mente en el presupuesto que debía haber terminado la semana pasada derramando lágrimas de desesperación. “No puedo tomar un café sin las del departamento, somos un equipo y no puedo fallarles. Un equipo es tan fuerte cómo su miembro más débil”. La puerta se abrió de golpe y Gemma salió con el rostro en un rictus de furia de la reunión que contrastaba con la sonrisa cálida de Mary que agradecía al niño Jesús el milagro.
--¿Vamos al bar de Antonio? Me muero por un café.