Era en aquel momento cuando todo terminaba ¿O comenzaba?
Ese día me levanté, como cualquier otro día, animado. Mi vida era lo que me había propuesto que fuera y creía tenerlo todo bajo control. Era, en definitiva, un triunfador.
Por eso no entendí cuando, al cruzar la calle, un enorme camión pasó por encima de mi cuerpo dejando una especie de revoltillo de vísceras, huesos y sangre. Eso quedó de mí.
A mi alrededor todo era caos, la gente gritaba sin saber qué hacer. Yo les miraba perplejo. Confieso que no podía creerlo.
Entonces, apareció Jaime - no sé si hay que tratar de usted a los ángeles - y guiñándome un ojo, dijo:
- No es una muerte bonita, ¿eh? La verdad es que das mucho asco.
Y acto seguido, nos fuimos de allí.
Cuando llegué al purgatorio, me querían acusar yo que sé de cuántas cosas. Que si había sido un niño caprichoso, que me porté mal con mi primera novia ... les tuve que echar el alto. Tenía el firme convencimiento de que se confundían de persona.
- Nunca nos confundimos - aclaró Jaime frunciendo el ceño.
Ahora sí que estaba perplejo. Toda una vida esforzándome y a la hora del juicio, !me lo echaban todo por tierra!
- Creo que estáis siendo muy injustos - contesté bastante ofuscado - Soy un currante nato. Todo lo que tengo me lo he ganado. Nadie me ha regalado nada. Creo que eso bien merece el cielo.
Entonces, como si el infinito fuese una gran pantalla, apareció mi padre, en el vacío, congelado en una foto, ataviado con su ropa de pesca, con un gran atún a su lado. Recordaba esa foto.
- !Anda, mi padre! !Menudo atún! Digo yo que lo pescarían entre varios pero, era tan vanidoso, que siempre lo contaba como si lo hubiera pescado él solo.
Acto seguido apareció mi madre. Su foto era en blanco y negro, de cuando era joven. Posaba abrazada a un trofeo, sonriendo y mirando de reojo a la cámara. Sus ojos despedían tanta luz que lo iluminaban todo. Estaba preciosa.
- ¿Conocías esta foto? - me preguntó Jaime - ¿Sabes lo que había ganado?
Negué con la cabeza. No recordaba ningún trofeo de mi madre. Muchas veces le eché en cara su falta de pasión por todo.
Con una palmada del ángel, apareció mi mujer. Esta foto sí la conocía, la hice el día que nació nuestro primer hijo. Ya no me acordaba. Fue un día maravilloso.
Después aparecieron mis otros dos hijos, jugando en el jardín de mi casa. Estaban muy graciosos. Esa foto no me sonaba. A su lado, posaba su madre, sonriendo, con el mayor rodeándola por los hombros con sus brazos, como si fueran novios. Me conmovió mi hijo, la miraba con absoluta devoción …
Sentí un pellizco de nostalgia pero también de envidia.
- Has dedicado tanto esfuerzo a tu trabajo, que te has olvidado de tu familia – comentó Jaime - ¿recuerdas la última vez que les dijiste cuánto les querías?¿y la última vez que jugaste con ellos cuando eran pequeños?
Medité sus palabras. Era cierto, habían crecido a mi lado sin que yo me diera cuenta. Y Natalia, mi mujer... !qué poco la había atendido y cuánto la iba a echar de menos!
-Tampoco es que hayas sido un buen hijo – añadió el ángel con una mueca - ¿Recuerdas el trofeo de tu madre?
- Vale, vale – le corté abatido por lo que estaba descubriendo – Es cierto, ¿cómo no lo conocía? !Nadie me lo había contado! Ahora siento haberla acusado tantas veces de no tener ambiciones. Supongo que su mayor ambición éramos nosotros, su familia – murmuré realmente apesadumbrado.
Entonces pensé en mi padre. Siempre me había parecido un vanidoso, es verdad, pero de él aprendí todo. Quizá su ejemplo fue el que me llevó a buscar el éxito, pero no me dijo que tuviera que pagar un precio. Eso lo decidí yo solo.
- ¿¿Puedo volver?? - pregunté visiblemente alterado.
- !Pues claro que no! - contestó el ángel airado - ¿Tú te has visto? !Si no quedan de ti ni las tripas! Has visto demasiadas películas. Pero puedo darte una segunda oportunidad - añadió.
- !Sí, por favor! !Haré lo que tú quieras!
Dos meses después, mi mujer fue a la perrera. Decía que sentía un gran vacío. Una preciosa perrita negra acababa de parir una camada.
Mis hermanos eran todos negros y corrían, torpes, a buscar la teta. Yo era moteado y, como no podía ser de otra manera, llegué el primero. Mi esposa, que lo observaba, enseguida exclamó: ¡El moteado!
Marinela López

@Nela Guerra (Marinela López) , ¡que buen relato! 💙